Los días posteriores al encuentro con Lucie los pasé en buena parte dándole vueltas al asunto. Digamos que mi perfil analítico, tirando a extra analítico se puso a funcionar a pleno rendimiento. Me hacía muchas preguntas a las que iba intentando con bastante dificultad ir colocando sus respuestas.
Me imaginaba diferentes futuros próximos, lejanos, intentaba pensar en todas las posibilidades que podrían darse…cuando la llamaría de nuevo? Por qué debería llamarla? sería coherente comenzar una relación con alguien a quien a penas conocía? Quizá no la viera más? Como habría interpretado ella lo que había pasado? Como lo interpretaba yo? Tendría ella una relación con alguien? A donde me llevaría empezar una relación seria con alguien de allí? Podría llevar una relación que no fuera seria? Qué tipo de relación sería entonces?....
Afortunadamente el ritmo que llevaba de trabajo me tenía ocupado toda la jornada como para pasar demasiado tiempo sobre aquello, pero al llegar a casa y tomar mi baño, o al intentar leer por la noche, no paraba de darle vueltas de nuevo a todas esas preguntas.
A mitad de semana, después de comer y antes de hacer la siesta de media hora que había tomado por costumbre hacer, decidí llamar a Lucie para quedar con ella. Su móvil estaba apagado. Antes de volver al despacho volví a intentarlo con idéntica resulta, durante aquella tarde lo intenté en varias ocasiones y siempre hubo el mismo efecto, aquello empezó a preocuparme y añadir todavía más incógnitas y a mi particular mar de dudas.
Al día siguiente tuve el mismo éxito durante mis intentos de comunicarme con ella, es decir … ausencia total.
Finalmente llegó el viernes siguiente y al atardecer tras volver del despacho nos encontrábamos en el porche de casa tomando unas cervezas y departiendo junto al nuevo expatriado que había llegado el jueves anterior para ocuparse de la logística en Kabo cuando uno de los guardianes se nos acercó.
- Pepe?
- Sí?
- Fuera hay una chica que pregunta por usted.
Tras medio segundo de confusión, enseguida supe que se trataría de Lucie o eso esperaba. Le dije al guardia que la dejase pasar mientras miraba al resto de mis contertulios para explicarles quien era, pero cuando vi todos aquellos gestos de extrañeza y asombro mirándome como si no me conociesen, decidí recurrir a un “no tengo ni idea de quien puede ser, será mejor que vaya a ver quien es.” y salí corriendo detrás del guardia para poder charlar con ella tranquilamente fuera. Dar un paseo fuera sería mejor que dejarla entrar y que empezaran a taladrarla a preguntas, sobre todo cuando era yo quien quería hacerlo.
Vestía un pantalón vaquero y una camiseta ceñida, que mostraban claramente su silueta menuda, su pelo seguía tintado de color violáceo como me parecía recordar, y calzaba unas sandalias que dejaban ver sus uñas pintadas de graciosas figuras.
Me saludó con una enorme sonrisa que cruzaba su cara y yo le correspondí con una cara de embobado como quien no sabe de donde le viene el viento.
Le propuse dar un paseo por las cercanías pues no podía alejarme mucho de la casa tras la puesta de sol por razones de seguridad.
Me comentó que su teléfono móvil no lograba cargarse desde hacía días y que no había podido llamar por ello.
Mientras hablábamos concluí que sería mejor dejar todas mis dudas para más adelante y esa noche la dedicamos más bien a conocer cosas del uno y del otro. Ella era más reservada que yo, o menos curiosa, o simplemente menos impaciente, pero el caso es que yo estuve indagando más sobre su vida que ella sobre la mía.
Pasamos un par de horas allí fuera bajo la luz de la única farola que alumbraba la calle, dando pequeños paseos de un lado para otro mientras hablábamos y finalmente quedamos para salir la tarde siguiente.
Tengo que avisarles que de aquella primera conversación con Lucie no terminé muy satisfecho, siendo generoso diría me decepcionó bastante, puesto que pude constatar que Lucie no era una chica muy simpática pero nada cultivada.
Entré de nuevo en la casa, y tras excusarme de mis compañeros que todavía estaban esperando que yo entrara, fui para mi habitación. Seguía teniendo muchas dudas, pero ya tenía una cosa clara, Lucie no iba a ser mi próxima pareja.
Cuando el sábado por la tarde pasó por la casa a recogerme decidimos ir andando hasta el centro de Bangui para tomar un refresco en algún garito. Mientras marchábamos de camino, me advirtió que su teléfono había sufrido un nuevo accidente, esta vez definitivo, su hijo lo había dejado caer en un cubo con agua y ya no funcionaría más. El hecho de que la noche anterior no hubiese mencionado que tuviese un niño y que lo mencionase ese día con el pretexto del teléfono me hizo pensar que ella no se encontraba demasiado cómoda haciéndome saber que tenía un niño. Empecé a interesarme por ese aspecto de su vida y me contó, que había tenido una relación con un francés durante cuatro años con quien tuvo a Benito, el nombre se lo aconsejó (?) su hermano mayor, pero que él la había dejado por otra hacía ya dos años y ahora le pasaba una pensión para ocuparse de Benito.
Cuando llegamos a Phenicia, un bar local con terraza, y nos sentamos en torno a una pequeña mesa, yo estaba dispuesto a largarle todo el discurso que había estado meditando la noche anterior sobre nuestra relación. Quería hacerle ver que no teníamos ningún futuro como pareja, pero que por supuesto estaba dispuesto a establecer una relación de amistad si ella quería.
No me di cuenta de mi tremenda pretensión ni de mi soberbia cuando le hablé de aquello hasta que ella me lanzó una mirada medio enojada y me dijo que “quién ha hablado de una relación de pareja? Nos acabamos de conocer, nos vemos, salimos y ya veremos, no?”
“Sí, bueno de acuerdo, yo simplemente quería dejar las cosas claras desde el principio. Yo no suelo acostarme con una chica la primera noche que la conozco y esta situación me sobrepasa un poco” me obstiné en seguir diciendo. Eso terminó por cabrearla, como no podía ser de otra manera. “Yo tampoco me acuesto con el primero que pasa, te has pensado que sí? Yo no te voy a forzar a nada, si quieres nos vemos y si no quieres no, de acuerdo?” atinó a decirme mostrándome que ella estaba teniendo mucho mayor sentido común que yo. Asentí con la cabeza, mientras entornaba mis ojos y bajaba mi cabeza en gesto de pedir perdón.
Empezamos a vernos prácticamente todas las semanas, al principio era ella quien me llamaba para ir quedando, pero pronto sería yo quien echaba de menos sus llamadas cuando no lo hacía. Nuestras salidas eran sobre todo para ir a Songo Night, a Lucie le encantaba bailar y muchos sábados por la noche los pasábamos allí.
Fuimos conociéndonos mejor con el tiempo. Lucie era una persona extremadamente creyente, que iba a misa todos los domingos y rezaba varias veces al día, muchas de nuestras conversaciones eran en torno a Dios y a la religión, pero siempre acababan muy lejos de llegar a un punto de encuentro. También era una persona de un enorme optimismo, recuerdo perfectamente el día que hablando de la situación de su familia y su vida en Bangui yo le comenté que “no había que estar triste”, ella me miró fijamente con sus enormes ojos y me dijo con una amplia sonrisa “triste? Yo nunca estoy triste, por qué iba a estarlo?”. Aquello se me marcó con fuego en la memoria. Aunque fuese exagerado decir aquello, que esa frase viniese de una persona como ella, por las condiciones nada sencillas por las que tenía que pasar día a día, sin trabajo, con un niño a su cargo y viviendo en la casa de su padre con varios primos y hermanos, dejaba bien a las claras que tipo de carácter tenía.
Pude ir certificando con el paso de los días que efectivamente su nivel cultural se limitaba a su entorno más cercano, y evidentemente a lo medios que había tenido, por ejemplo solo pudo hacer dos años de instituto. Sin embargo su coraje frente a la vida y su optimismo y ganas de vivir eran todo un ejemplo para mí. Yo sabía que gran parte de toda esa fuerza la sacaba de su creencia en Dios, pero a mí eso en el fondo me daba igual, lo sorprendente y lo que realmente importaba es que fuera así. Por lo que empecé a tener un grandísimo respeto por ella y una buena parte de admiración.
Seguía pensando que mi relación con ella no sería de pareja, pero empezaba a pensar que tampoco iba a ser una amiga más sin más.