domingo, 21 de octubre de 2007

Zaraguinas




Creo recordar que era un miércoles cuando comenzaba mi jornada en el despacho. Junto a mis dos asistentes hablábamos de los contratos que nos quedaban por finalizar y del próximo cierre contable. Carol, el jefe de misión estaba de visita en los proyectos que teníamos en el norte del país, Gbane nuestro coordinador médico marfileño pasaba dos días de infierno recontando el stock de medicinas junto a su asistente y el enfermero responsable de la farmacia. Y al fondo del edificio André, el logista hacía su reunión semanal con su equipo.

Todo parecía desarrollarse con toda la naturalidad de un día cualquiera, hasta que justamente André se acercó al umbral de la puerta de mi despacho y se detuvo allí en silencio con gesto claro de preocupación, yo lo miré y me hizo una señal con su dedo índice para que me acercara, al tiempo que me levantaba él se dirigió al despacho de Carol que estaba junto al mío y lo habría con la llave que éste al parecer le había confiado.

Cuando ambos entramos al despacho, cerró la puerta tras de mí y me dijo con gravedad:

- Hemos perdido la señal del coche de Carol a 20 km antes de llegar a Batangafo.

La carretera que unían Kabo y Batangafo al norte, era una de las más peligrosas que conocíamos, pues los “Coupers de route” habían actuado allí con alguna frecuencia. Por lo que la frase de André justificaba su inquietud.

-Desde cuando hemos perdido la señal?- pregunté.

-Hace veinte minutos que no conseguimos contactar con ellos desde ninguna de las bases, lo hemos intentado desde las cuatro, incluso desde algunos de los coches y no hay ningún tipo de respuesta por su parte.....voy a esperar diez minutos más y si no obtenemos respuesta vamos a enviar un coche a su encuentro.

-Quién más iba en el coche?

-Quién más va en el coche querrás decir?- espetó André- junto a Carol van también Jorge, Jean Jacques y Bafio el conductor.

El lapso que acababa de tener era revelador, realmente sentíamos que había un peligro real y por primera vez empezábamos a percibirlo de cerca.

Jorge era el coordinador en dos de los terrenos, un médico argentino de mi misma edad y de muchísima lucidez tanto personal como profesional. Y Jean Jacques era un ingeniero haitiano que trabajaba para MSF en las tareas de construcción. Un típico caribeño todo sonrisas y buen humor. Al chofer no lo conocía pues yo todavía no había ido en visita a los proyectos.

Yo volví a mi despacho pero no conseguí concentrarme, sólo hacía que sacar conjeturas acerca de lo que podría haber pasado.

Las noticias venían con cuentagotas del terreno, en Batangafo, el destino final del coche y a donde no había llegado no sabían prácticamente nada, habían comenzado a interrogar a los lugareños para saber si había habido noticias ese día de Coupers de route, también conocidos por el nombre de Zaraguinas, en la ruta, pero las informaciones eran contradictorias. Había gente que había pasado por allí ese mismo día sin problemas y otros que había oído hablar de un altercado.

A la hora de todo aquello, y tras un sin parar de idas y venidas de André entre su despacho y el de Carol, donde se encontraba el teléfono satélite y de varias llamadas a la sede para ponerlos en preaviso, tuvimos la primera buena noticia, el coche había por fin llegado a Batangafo y efectivamente había sido atacado por los Coupers de route, pero afortunadamente no había habido heridos, simplemente alguno empujones y alguna que otra bofetada. Eso sí todos los efectos de valor personales y profesionales habían sido robados.

Fue un gran respiro para todos en la capital, tener conocimiento de este tipo de noticias en la distancia era bastante difícil de gestionar a nivel personal, ya que el nivel de impotencia era notable.

En cuanto pudimos establecimos contacto con Carol por teléfono para que nos explicara lo sucedido, él nos dijo que a su llegada a Bangui nos daría todo tipo de detalles, pero que de momento la primera medida de seguridad sería que la carretera entre Kabo y Batangafo quedaría inabilitada para cualquier desplazamiento para MSF a partir de ese mismo momento, no pensaba arriesgar ni una sola vez más que otro vehículo viviese una experiencia parecida.

Esta medida no había sido tomada antes pues dejaba el proyecto de Kabo, la ciudad más al norte del País, en tela de juicio, no sabíamos si con la imposibilidad de atravesar esa carretera el proyecto de Kabo terminaría cerrándose, y allí asistíamos unas ochocientas personas cada semana en el Hospital por lo que la decisión no era fácil de tomar. Sin embargo estaba claro que Carol no estaba dispuesto a exponer ni un ápice más la seguridad de los equipos.

Mi mañana transcurrió con la sensación de que un gran peligro nos sobrevoló las cabezas pero que finalmente todo había quedado afortunadamente en un susto. Sin embargo a partir de ese día yo realicé dentro de mí que lo que hasta entonces había quedado como una gran palabra “la seguridad” de la que todos hablábamos sin tener una referencia clara, comenzaría a ser algo en lo que iba a pensar cada día a partir de ese momento con la consiguiente presión sobre la moral que aportaría tal hecho.

Al día siguiente alrededor de las tres de la tarde llegó el coche con Carol y Jorge, no pude contenerme en darles un sincero abrazo a cada uno. Un abrazo que quiso decir un poco “no volvais a darme un susto así” y un poco “me alegro muchísimo que estéis aquí”. Tras comentar brevemente el hecho de la víspera, Carol fue a su despacho para escribir su informe a las sedes de Barcelona y Bruselas, pues allí esperaban también las informaciones con impaciencia, y para analizar las consecuencias que el incidente iba a acarrear.

Yo por mi parte me quedé con Jorge hablando del asunto. Para él más que la sensación de miedo o dolor, fue la sensación de miedo. Él ya tenía una experiencia de varios años en MSF y en territorios más o menos complicados, pero era la primera vez en su vida que le ocurría algo así y me dijo que todo duró una media hora y que durante todo el tiempo vivió una taquicardia nunca vivida. Yo no pude ponerme en su lugar cuando me contaba los detalles. Imagínense un poco la situación, se la intentaré trasladar, supongan que iban en aquel 4x4 y que oyen un tiro de fusil, el chófer para automáticamente el vehículo, siguiendo nuestros principios de seguridad y aparecen de entre la maleza, hierbas de unos dos metros de alto, cinco individuos con los rostros cubiertos por turbantes y armados de Ak-47 un sexto a cien metros delante del vahículo, y un último cien metros detrás, todos ellos armados. Les indican que bajen del coche apuntándoles con los Kalachnikov y que les den todo lo que lleven en los bolsillos, les hacen descalzarse y se quedan con los zapatos, objetos de valor (o no) visibles, y comienzan a vaciar el coche y a revolverlo todo. Tras unos minutos de búsqueda infructuosa y de escaso botín se dirigen a ustedes y les apuntan cargando las armas y gritándoles que dónde hay más dinero acompañandolo todo de golpes y empujones y “cargando” las armas repetidas veces mientras continúan apuntándoles al pecho y a la cabeza….......Yo no sé ustedes, pero fui incapaz de ponerme en esa situación, no sé como hubiese reaccionado pero supongo que hubiese hecho lo mínimamente razonable que el pánico me hubiese dejado hacer.

Por la noche decidimos ir a cenar al único restaurante libanés que había en Bangui para relajarnos en torno a una comida mediterránea, humus y una botella de Burdeos. Realmente la experiencia que acababan de vivir no fue para nada agradable, pero tanto Jorge como Carol eran capaces de hacer ya bromas al respecto, estaba claro que ambos tenían un largo recorrido tras de ellos gestionando situaciones de stress, pero es el tipo de situaciones que yo creo sólo somos capaces de gestionar con la experiencia.

A partir de aquel día, efectivamente aquel eje Batangafo-Kabo quedaría prohibido para nosotros por nosotros mismos, y para acceder a Kabo lo haríamos a través de otra carretera, en estado calamitoso y que nos supondría 14 horas de viaje, es decir, dos jornadas para desplazarnos, pero era preferible este sacrificio para por un lado cubrir nuestra seguridad y por otro seguir con nuestra misión en Kabo.