domingo, 7 de diciembre de 2008

KARIBU SANA

Habían pasado tres meses desde que regresé de Centroáfrica y todo aquel tiempo lo dediqué por entero a mi, a mi bien estar personal. El primer mes incluso lo viví al margen de las horas que me marcaba el reloj. Así dormía a partir de las seis de la mañana o de la tarde sin prestar demasiada atención a lo que pasaba a mi alrededor, me convertí en una especie de invitado anónimo en una fiesta que deambula de un rincón a otro sin pararse a hablar con nadie pero observándolo todo.
Igual pasaba largas horas frente al televisor mirando los juegos olímpicos que por entonces andaban por China que me dormía en la cama entre leyendo un libro o algún comic. Recuerdo que también aquel mes fui al cine indiscriminadamente para saciar mi sed después de un año vacío en grandes pantallas. Adoraba ir al cine, especialmente solo, cuando realmente disfrutaba desde el momento de comprar la entrada hasta el último título de crédito. Yo estaba convencido que para realmente interpretar una película era necesario ir al cine, allí en una sala oscura, sentado cómodamente en un sillón de cara a la gran pantalla sin nada que te perturbase la vista periférica, sólo podías hacer que concentrarte en la película y meterte dentro de ella. Además para mi las películas era como la belleza en la mujer me gustaban el 80 % de las que veía. Y del otro 20% tres cuartas partes no me desagradaban. En realidad creo que no tenía ningún criterio y esto era una gran ventaja frente al resto.
Los otros dos meses me fui integrando poco a poco a la vida que pasaba alrededor de mi, así comencé a viajar de manera casi compulsiva, dos veces a Valencia para colaborar con la delegación de MSF de Valencia, una vez a Madrid para despedir a mis queridas amigas que volvían a París. Alejandra pasaba por la ciudad de la luz una vez más pero en aquella ocasión para recogerlo todo y marcharse a Cork donde empezaba una nueva aventura en su vida y dulce Ana venía de su trabajo en Argelia durante toda la primavera para volver a París. Pasé por Barcelona para hacer mi debriefing y sobretodo bajé muchas veces a Alicante, donde cada vez tenía más claro que algún día me instalaría a vivir, pues era una ciudad que me atraía muchísimo.
Siempre me había gustado la ciudad de Alicante para vivir, sobre todo porque era una ciudad junto al mar, un mar al que se podía llegar paseando desde el centro de la ciudad. Además no tenía el tamaño de las grandes ciudades con lo cual no se perdía tiempo en los desplazamientos.

En mi tiempo en Elda a menudo iba a tomar café con mi grupo de amigos a la Aljaima, un salón de té que regentaba una pareja del grupo. Allí pasábamos las horas de la tertulia comentando las impresionantes noticias de los periódicos, los extravagantes programas de la tele, las asombrosas historias que recogíamos de Internet o simplemente hablando sobre películas o documentales que habíamos visto en los últimos tiempos. Nunca conseguíamos arreglar el mundo ni ponernos de acuerdo en casi nada, lo cual era un argumento muy recurrente para volver a tomar los mismos temas días más tarde. Lo cierto es que siempre había estado orgulloso de la mayoría de los amigos que tenía en Elda pues éramos de los más diverso y por lo tanto gratificante en cuanto a la suma de ideas.

Sería a mediados de octubre, en una tarde casi primaveral, y tras despedirme de ellos en la puerta de la Aljaim, me dirigía hacia mi viejo Citröen cuando me sonó el móvil, al otro lado estaba Marisol mi supervisora en la sede de MSF. Quería saber cómo me encontraba y si me podía proponer un nuevo proyecto. Le dije que sí enseguida, pues de repente despertó en mi una enorme curiosidad y emoción como el niño que tiene ante sí un enorme regalo envuelto de Navidad y que se dispone a abrirlo.
En la conversación sobre la nueva propuesta alcancé a retener dos conceptos “Congo” y “puesto de nueva creación”, aquello me interesó lo suficiente para pedirle que me mandara por mail toda la información que tuviera.
Cuando le colgué me di cuenta que inconscientemente me había metido en el coche y de que ya me había sentado frente al volante, alcé la vista y me vi reflejado en el retrovisor interior, con una especie de mueca le espeté a aquel reflejo algo así como “volvemos a África?”
Tardé poco más de quince minutos en llegar a casa, pero mientras aparcaba, en mi cabeza ya empezaba a tener claro que iba a aceptar aquel nuevo reto pues sinceramente no encontré ningún argumento de peso para pensar lo contrario.

Unos días más tarde tras varios intercambios de llamadas y mails ya había aceptado y comencé a comunicárselo a todo mi entorno. Como no podía ser de otra manera la noticia en casi todo el mundo a mi alrededor despertó preocupación y desconocimiento, y es que a pesar de que el Congo era un País arrasado por las guerras desde hacía quince años, en aquellos días el recrudecimiento de los ataques en una zona defendida por las Naciones Unidas, convirtió el combate en mediático y se hablaba de ello en todos los medios. A mi lo que realmente me motivaba más era que la presencia de MSF en aquella zona estaba más que justificada pues los desplazados se contaban por cientos de miles.
Antes de emprender mi viaje decidí ir a Portugal a visitar a Aurora que por aquella época hacía sus prácticas de enfermería en Coimbra, Tenía muchas ganas de volver a ver a la Pelirroja pues hacía mucho tiempo que no hablaba con ella tranquilamente y estar solos en Coimbra estaba convencido que nos brindaría aquella oportunidad.
Quedamos en vernos en Oporto donde ella había pensado pasar su fin de semana.
Nada más llegar al centro de la ciudad, vino a recogerme a la salida del metro, la vi estupenda y muy establecida, a pesar de que ella sólo había llegado la víspera, el haber pasado varias semanas sola en Portugal aprendiendo el idioma a marchas forzadas le había impregnado ese aire desenvuelto.
Pasamos dos días en Oporto recorriendo tranquilamente sus calles, comiendo en sus restaurantes, bebiendo en sus bares, hasta fuimos al teatro creyendo ir a ver un musical y topamos con un congreso de Tunas. Dos días en definitiva en los que pudimos mirarnos de frente y dentro de cada uno y contarnos las experiencias de nuestros pasados recientes. Francamente fue algo que nos sentó muy bien a ambos.
Los siguientes dos días los pasé en Coimbra, bonita ciudad con aire de burgo de principios de siglo XX y con una gente realmente amable poblando sus calles.
Me llamó agradablemente la atención de Aurora, que cuando le conté que me iba al Congo, su primera reacción no fuese de preocupación sino de felicidad al saber me iba a hacer lo que realmente quería.
El último día al despedirme de ella en la estación nos deseamos suerte mutuamente y nos citamos para el verano siguiente cuando ambos terminásemos nuestras aventuras.
Nada más llegar a Elda tuve que hacer corriendo las maletas para ir a Barcelona a recibir las últimas consignas antes de emprender el viaje.
De nuevo los días en la Sede fueron una auténtica locura andando de un departamento a otro y de cita en cita, viendo a todo aquél que tenía algo que aportar sobre mi nuevo destino y sobre mi nueva función. Mi puesto volvía tener un título rimbombante “Human resources and administration coordinator/assistant of head of mission”, empezaba a pensar que en MSF se pagaba a alguien expresamente para que se inventaran estos nombres. El cometido de mi trabajo era el de planificar, hacer un seguimiento y evaluar a todos los recursos humanos de la misión tanto expatriados como sobre todo personal local, con el objetivo de poder promocionar y revalorizar nuestro Capital humano. Además de la administración en general y el asistir/sustituir al Jefe de misión en lo que necesitase.
Me contaron que iba a encontrar una misión en la que se estaban cerrando dos proyectos y abriendo uno nuevo y con un cuarto en marcha, pero con un staff total de 150 personas, la mitad de lo que había gestionado en RCA con lo cual me pareció un reto muy interesante en el que iba a poder trabajar con dedicación.

A Barcelona me vino a ver Lorena, una enfermera argentina con la que había trabajado en Bangui y que acababa de llegar precisamente de allí para volver a casa. Atravesaba unos momentos delicados por una herida de amor que no terminada de cicatrizar. Era un pedazo de pan andante, una de esas personas que de tan buenas, algunos desalmados se aprovechaban de ellas.
Vino a acompañarme hasta el aeropuerto para despedirme, todo un detalle de su parte.
Volé a Ámsterdam y de allí a Nairobi donde tuve que hacer una pesada escala antes de llegar a Ruanda. Afortunadamente encontré y pude hablar con Sophia, una médica alemana que trabajaba para MSF Holanda y que se dirigía a Goma. Era cirujana, de mi misma edad más o menos y primera misión y se iba al ojo del huracán en aquellos momentos. Pensé inmediatamente en sus padres, porque a los míos no sé de qué manera les hubiera podido explicar si yo me hubiese ido a una misión parecida. Lo que seguramente le ayudó a convencerlos de que estuvieran tranquilos es que la misión era únicamente para un mes.
Finalmente tomamos el avión hasta Kigali donde a cada uno le esperaba su taxista y allí nos despedimos deseándonos toda la suerte del mundo, ella iba al norte del lago Kivu y yo hacia el sur del mismo.
El último tramo de mi viaje sería sin duda el más espectacular, desde Kigali hasta la frontera con Congo atravesamos unos trescientos kilómetros durante cinco horas todo lleno de colinas impresionantemente verdes. Ruanda era un País precioso, pero lo realmente hermoso fue el último tercio del recorrido donde la carretera se adentraba en el parque Nacional Nyungwe, cuyo interior albergaba algunos de los últimos Gorilas de montaña que quedaban en el mundo, de hecho entre las fronteras de Ruanda, Uganda y Congo se podía censar las tres cuartas partes de toda esta espectacular especie en el planeta. Hacía entonces cuarenta años que Dian Fossey Había empezado su aventura con sus "Gorilas en la niebla" y veintitrés que fuera brutalmente asesinada a machetazos precisamente en Kigali por los propios asesinos de los gorilas que ella defendía.
Realmente el paisaje invitaba a bajarse el coche y comenzar a hacer senderismo hacia el interior de la jungla. Me parecía que en cualquier momento se nos fuese a cruzar Tarzán en una de sus lianas.

Durante el trayecto fui conversando con Jean Claude, el taxista, acerca de la vida en Ruanda y sobre el antes y el después al genocidio del noventa y cuatro entre Hutus y Tutsis. Su impresión era que aquella masacre no se había olvidado, pues era imposible, pero que sí había servido para mostrarles que aquel no era el camino y que ambas etnias estaban condenadas a convivir y trabajar juntas si querían ver al País prosperar. A mi se me hacía un nudo en el estómago nada más de pensar en aquello y que yo estaba entonces donde todo aquello había ocurrido.

En torno a las dos de la tarde llegamos por fin a la frontera y al otro lado pude vislumbrar el Land Cruiser de MSF que me esperaba. Tras las formalidades del visado me despedí de Jean Claude y crucé a pie mientras reconocí a una musungu que se dirigía hacia mí y que me saludaba “Jambo! Soy Tere, Karibu sana a Congo”.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Impresionante, me alegra mucho que sigas tan ilusionado. A ver si tienes la oportunidad de ver la Africa de documental de la "2", más alla del fango humano..
Feliz cumpleaños fumador de pacotilla..está visto si no hay pan (verde), buenas son tortas...

Un abrazo

Dios

Anónimo dijo...

Tete te queremos, estamos muyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyy orgullosos de ti y aunque te echamos de menos, entendemos que haces lo que te gusta, unos mas que otros,y por eso te damos desde aqui nuestro apoyo incondicional y te mandamos nuestra energia para que puedas seguir adelante con ello. Por aqui seguimos igual con mas o menos crisis con mas bien menos que mas trabajo, pero en fin, todos con salud.
Te mandamos un gran abrazo en estos dias para estos y para todos los dias y muchos besos. Tu mami ya sabes que te echa mucho de menos pero estos dias se esta portando como una jabata, no ha llorado ningun dia por tu ausencia, o por lo menos delante de nos, es su pequeño granito de arena para esta tu aventura y tb porque no un poquito la nuestra.
Te deseo lo mejor,te lo mereces.
Besos de Clara, Esther y Ramón.