miércoles, 15 de agosto de 2007

Prólogo



Los últimos días vividos en Barcelona tuvieron un sabor agridulce.
Estuvo muy bien poder aflojar el ritmo casi kamikaze que viví en Elda en la anterior semana, pero no me llegué a encontrar del todo sereno. En esos días de “transición” en Barcelona pude dormir, pasear, reflexionar, pensar en todo lo que rodeaba al viaje y a mí, es cierto.
Pero mis últimos días en Elda y mis días en Barcelona tuvieron momentos de gran felicidad y de cierta tristeza ajenos al hecho de tener que partir. Ventura y Ana, que estuvieron allí conmigo saben a lo que me refiero.


Buenos días señores y señoras, me llamo José Hilario, pero casi todos me conocen por Pepe, tengo el firme convencimiento que me enfrento a un año que va a ser un punto de inflexión en mi vida y he querido dejar reflejo escrito de tal cosa, por ello voy a convertirme en su “maitre” en este Blog durante los próximos meses.
Instálense y póngase cómodos que esto está a punto de comenzar.



Cuando allá por el mes de enero me mandaron un mail desde Médicos Sin Fronteras (MSF) diciéndome que había sido seleccionado para pasar una primera entrevista, reconozco que la parte de mi cerebro que se dedica a fabricar los sueños y las ilusiones, se puso a trabajar a fondo.

Luego llegaría lo del Camino a Santiago, aquellos “benditos” 40 días que tanto bien me hicieron, pero esto necesitaría de otro blog para poder acercarme a un resumen de todas las sensaciones que allí viví.
A mi vuelta a Elda, cuando a penas llevaba un mes, recibí la citación de MSF para pasar aquella primera reunión.
Lo cierto es que a partir de aquello todo fue rodado, bastante rápido, casi no me daba tiempo a ir digeriendo todo lo que iba pasando. Y eso para un rumiante como yo, acostumbrado a pasar horas y horas digeriendo los acontecimientos importantes de su vida, no era lo más aconsejable. Sin embargo toda esa velocidad la daba por buena, puesto que la meta que se me dibujaba era exactamente la que había diseñado mi máquina de sueños.
Justo para el primer día de fiestas de Elda me comunicaban que había sido seleccionado para formar parte de MSF y que a partir de entonces debía estar preparado para que en unos meses me comunicaran mi primera misión en terreno.
Ese mes de junio, fue especial, muy especial, tuve una par de encuentros con el que podía haber sido mi futuro ideal. Por aquel entonces yo estaba dispuesto a entregarme a los brazos de quien para mí era la persona más adecuada que jamás encontraré en mi camino. Con todo el cuidado que conlleva decirle semejante “barbaridad” a una persona, me lancé a hacerlo juzgando que si bien el riesgo a lastimarme era alto, nada tenía que perder frente a la posibilidad de que ella aceptara ofrecerme su complicidad y su compromiso conmigo. Eso hubiese sido un cénit colocado a mitad de mi vida que quizá no hubiera sabido digerir, pero que ansiaba.
Pero sucedió que para ella, ni yo era su príncipe azul ni nuestra vida la imaginaba juntos y de color de rosa. No obstante, tan especial era ella que incluso me hizo sentir que lo que acababa de suceder lejos de ser una tragedia se iba a convertir en una amarga semilla que con el tiempo daría un hermoso fruto en forma de Amistad.

Por entonces ya tenía casi definido mi verano. Pensaba después de asistir a mi “breve” curso de formación con MSF en Barcelona a finales de julio, en irme quince días a Argelia, más concretamente a Orán, donde pensaba convivir con otra gente en un campo de trabajo rehabilitando un antiguo hospital y unos baños turcos. Luego, a la vuelta pensaba viajar a París durante dos semanas para volver a tomar contacto con mi gente de allí y con la propia ciudad de la que me confieso enamorado, pero en este caso es un Amor Platónico, de ese que tuve con quince años y que nunca podrá morir porque nunca se podrá consumar.
Finalmente para la segunda semana de septiembre ya tenía los billetes de avión para volar a Stuttgart a visitar a Ana, la revoltosa Termita, que se le metió la idea en la cabeza de casarse en esos días.
Entre tanto sucedió algo a lo que todavía hoy sigo dando vueltas, antes de acudir a esa formación en Barcelona, me llamó Christine, una amiga alemana, que había conocido en el Camino de Santiago, que volvía a estar de nuevo terminándolo. Ella lo hacía varias veces al año pues trabajaba acompañando a adolescentes con problemas. Quería que la acompañase en la última semana del viaje que estaba terminando en esas fechas, pues en la primera ocasión, cuando nos conocimos, no tuvimos a penas tiempo de hablar demasiado. Yo me lo tomé como la posibilidad de realmente atar los lazos de amistad con aquella interesante asistente social, que vivía a caballo entre Bélgica y Alemania, dedicada a ayudar a chicos/as con serios problemas, y que repartía su tiempo libre entre la meditación, sus viajes a la India y el voluntariado.
Lo cierto es que esa semana, andando entre Santiago y Fisterra, fue realmente apasionada. Me confesó al segundo día de estar con ella que estaba enamorada de mí y que estaba dispuesta a readaptar su vida con tal de que pudiéramos intentar empezar a llevar una vida en común.
A mi todo aquello me vino demasiado grande, principalmente por lo inatendido, no podía imaginar que por las cuatro veces que habíamos coincidido en Mi Camino y los mails intercambiados luego hubiesen creado ese efecto en ella. De todos modos todo era demasiado complicado para que pudiera salir bien. Yo enamorado de otra persona, ella viviendo a unos 3000 kilómetros de mí, yo con un proyecto casi definido de irme a África o Sudamérica durante al menos seis meses, ella con un viaje ya confeccionado para ir a la India durante un par de meses, incluso existía el problema de la lengua, ella alemana, hablaba un perfecto inglés y un más que fluido francés, lengua en la que nos comunicábamos pues mi inglés de tarzán apenas daba para decir justamente que no hablaba inglés.
Sin embargo, como les decía, la semana fue realmente apasionada, decidimos vivirla a tope y sin cuestionarnos demasiado las cosas y así incluso pudimos ponerle título a aquella semana, sería “Nuestra última semana de junio 07 en el fin del mundo” pues en aquellos días llegabamos a pie a Finis-terra.
Después de aquello, algunas llamadas, algunas frustraciones y una sensación de que aquello empezó y terminó aquella misma semana.
Christine y yo quedaríamos como cómplices de nuestra historia para el resto de nuestros caminos.


El gran sobresalto aconteció un viernes y trece, a las 18:30 de la tarde, yo estaba en Alicante a punto de entrar a la clase del último día del taller de literatura al que había asistido aquella semana con motivo de la feria del libro. Mi teléfono sonaba y al otro lado hablaba una voz femenina que me decía con una dulce contundencia que MSF ya me habían encontrado una primera misión para mí.
Sería en la República Centroafricana (RCA), para un año y lo que más me costó de encajar, empezaba en tres semanas!!! Guau es lo único que atinaba a pensar la mayor parte de mi cerebro, mientras una mínima parte se afanaba en balbucear “sí, sí, claro, la acepto”. “Si? Tiramos para a delante?” me preguntaba ella con lo que yo imaginé una mezcla de sonrisa de felicidad y compasión al mismo tiempo. A los tres segundos ya todas mis neuronas estaban intentando colocarse cada una en su sitio tras el terremoto encajado. “Sí, sí, por supuesto, esto es exactamente lo que estaba esperando” Así era en realidad, lo único que había causado el shock fue la premura del viaje y el chute de realidad que produce mirar a los ojos de tus propios sueños.
A partir de aquel momento, como pueden imaginar, mi día a día se convirtió en un segundo a segundo, me empezaron a llegar a mi cabeza todo tipo de ideas y tareas a realizar antes de irme.
Por supuesto que ya no entré a aquella clase de literatura. Llamé a Juan el encargado de mi viaje a Argelia, para decirle que tenía que anularlo, cogí el coche, me acerqué a la playa y me quedé allí hasta que el sol se fue, de cara al mar, con la mirada perdida, el cuerpo descompuesto por la emoción y mi cabeza ya en África.
A partir de entonces tuve incluso que ir anotando todo lo que tenía que ir haciendo para no olvidarme de nada.
Han intentado alguna vez prepararse para estar fuera de casa un año entero?, en dos semanas? No lo intenten puede ser peligrosos para su salud. Digo dos semanas, porque el giro de tuerca vino cuando me enteré que de esas tres semanas con las que contaba, resultaba que la última la pasaría en Barcelona, yendo a la sede de MSF para realizar el briefing que me pondría al día de cual iba a ser mi trabajo en RCA.
Aquellas dos semanas pasaron entre gestiones, llamadas, mails, estudios sobre mi misión, cafés con las/os amigas/os, cervezas con las/os amigas/os, fiestas con las/os amigas/os, y un sin fin de estresantes tareas que redujeron mi media de horas de sueño en cifras irrisorias y totalmente sorprendentes para mí.
Entre tanto y por si todo no era ya de por sí lo suficientemente embrollado, me sucedió algo maravilloso que solo podía que hacerme daño. Me volví a enamorar. Pero esta vez lo hice de alguien imposible, alguien que con todo el criterio que a mi me faltó, me recordó con la contundencia de aquellos escandalosos despertadores antiguos, que de momento, yo me iba un año a vivir a África.

4 comentarios:

miguel dijo...

whoooooaaaauh!!!!!!!!!

Hay lo llevas -mola!!!!!no te inmaginas como reconforta ver a alguien seguir sus ideales,toda una inspiracion para los q damos pequenos pasos..aunque otros no viajen contigo sus suenos te persiguen..
una abrazo desde las highlands.

Anónimo dijo...

Como diría una dulce amiga mía, trabajamos sobre la retroinspiración, los unos nos inspiramos de los otros y finalmente llegamos a donde nos proponemos, que no es la meta necesariamente sino justamente el Camino para llegar a ella. Bendito Camino.

Naia Marlo dijo...

Hola Pepe. Leer tu prólogo ha sido emocionante. Cuantas cosas te pasaron antes de irte hacia África.Como si exprimieras el tiempo y tus sensaciones antes de cambiar de entorno. Los sucesos fluían, llevándote de un sitio a otro. Qué valeroso eres al tomar tal decisión. Escuchando los avisos y mensajes, con el corazón abierto. Cómo tienes el corazón por ese amor no concretado? Me dás envidia sana.

Sigo leyéndote.
Un fuerte abrazo
Namasté-OM

Pepe Moya dijo...

Qué agradable Naia viéndote por aquí!
Pues sí, he releído el prólogo y me he acordado muy bien cómo fueron aquellas sensaciones, me exprimí en el tiempo antes de macharme a hacer lo que tanto quería y que sigo haciendo con el mismo ensueño. Mi corazón quedó con el pellizco de amargura de esa no concreción...y de otras más más tarde...en mi línea.
un abrazo!