lunes, 20 de agosto de 2007

Rumbo a África

El último rostro conocido que vi antes de mi partida a Bangui fue el de mi amiga Alejandra, en París, durante el trasbordo necesario que se debe de hacer para llegar hasta allí. Estuvimos tomando un zumo y un chocolate durante cerca de una hora y media, ella encantadora como siempre, me trajo media baguette, algo de queso y un croissant, no pudo elegir nada más parisino.
Para mí pasar por París antes de emprender aquel viaje, fue como hacerle un guiño a esa maravillosa ciudad que tanto adoro.
Charlar con Alex me vino realmente bien, es una de esas personas todo corazón con las que te sientes a gusto y tranquilo mientras hablas.
Al final, por supuesto, tuve que añadir una capa más de tristeza sobre mí al despedirme de ella, pero fue mucho mayor la repercusión del bien que hizo en mí el verla que otra cosa. Estuvimos hablando por supuesto de lo que significaba esa experiencia para mí, pero también de ella y de sus planes y de nuestros futuros. Siempre nos gustaba hablar de ello, y aunque no arreglásemos el mundo con ello, sí que nos hacía sentirnos especialmente bien hablar de ello el uno con el otro.

Había estado ya en numerosas ocasiones en el aeropuerto Charles de Gaulle en París, pero nunca en la parte de la Terminal 2 donde salen los viajes más “exóticos/lejanos”. La fauna de personas que allí nos encontramos era para pintar un cuadro. Gente que iba a Río de Janeiro, a Hong Kong o a Bangui. Yo estaba especialmente encantado con estar allí. La cantidad de nacionalidades, razas y culturas diferentes allí congregadas me hacían sentir realmente bien. No sé ustedes, pero yo creo que cuando todo el mundo “es de fuera” todos somos del mismo sitio, y nadie se siente excluido.
Mientras esperábamos el embarque, yo me fijaba en los que serían mis compañeros de viaje a Bangui, entre los que contaba una familia libia compuesta de varios parientes y multitud de niños, un periodista americano blanco, con pinta de hippie de finales de los años setenta, pelo lacio y rubio peinado con raya y una gran perilla rubia y con gafas redondas, una pareja de blancos con pinta de turistas(¿) y que no acertaban a hacerse entender en francés con dos ejecutivos de color que tenían a su lado. Una terna de rechonchos blancos con pinta de acabarse de conocer pero que se apiñaban entre ellos como dándose cobertura, una chica blanca y solitaria que leía un libro mientras apoyaba sus pies desnudos en la silla de al lado, dos bellísimas chicas de color trajeadas como si trabajaran para alguna embajada, ....
El avión que AirFrance fletaba para nuestro viaje era bastante confortable y con diferentes ofertas de distracción individualizadas, en materia de películas, música, juegos, información, etc....
Mientras nos instalábamos en nuestros asientos, dobles en su mayoría, un joven seguido de una chica se me acercó y me dijo en inglés;
- Sorry, do you speak english?
- No, sorry, a little little bit.- le respondí, cosa que sirvió de bien poco, pues acto seguido me abalanzó una enorme frase de la que apenas atiné a comprender su principio.
- This is my wife….bla bla bla- me decía mientras señalaba a la chica que tenía detrás- bla, bla Windows in the other bla bla- seguía hablando mientras yo miraba como ella ponía una cara de estar diciendo “no hace falta que le cuentes tu vida my darling, no te está entendiendo”.
Evidentemente, a ella no le faltaba razón, no me estaba enterando de gran cosa, pero cuando hubo terminado de hablar, yo lo miré con gesto de extrañeza y le dije con actitud de quitarle importancia a su petición, “change?” mientras les enseñaba mi trozo de billete donde venía mi número de asiento y les mostraba con mis manos mi propio asiento. Ambos abrieron los ojos de par en par y asintieron felices.
Les dije que no había ningún problema, le pedí que me enseñara su billete con mi nuevo número de asiento, y entre un sinfín de “thanks you very much” intenté buscar ese asiento con mis ojos, cuando lo localicé con la vista, vi que mi nueva compañera de vuelo sería la chica solitaria de los pies desnudos.
Nada más sentarme junto a ella intenté averiguar su nacionalidad fijándome en lo que leía, pero me lo puso realmente difícil, pues empezó ojeando una revista francesa que había en el bolsillo del asiento delantero, al poco tiempo la dejó con aire desinteresada y aburrida y desplegó el USA today que habría conseguido seguramente a la entrada del avión.
A pesar de tener una apariencia bastante neutra, su media melena de pelo castaño, que llevaba recogido en una coleta y su tez morena no me daban demasiadas pistas. Yo empezaba a sospechar que era anglosajona y que entablar conversación con ella sería realmente complicado, a pesar que me apetecía preguntarle si ya conocía la República Centroafricana y Bangui, y sobre todo el poderle decir que para mí era mi primera vez y que quería saberlo todo sobre ello, cuando de repente guardó el periódico, se acomodó un poco más y sacó un libro de Noah Gordon, en español!!
No pude evitarlo.
-Eres española?
Aunque no lo fuera, debía de entenderme.
- Sí –me respondió- tú también?
- Sí, sí, y? has viajado alguna vez más a Bangui?
- Eh? Sí, hace cinco años, estuve viviendo allí durante un año aproximadamente.
Genial!- pensé, lo mismo que iba a hacer yo, y además ella volvía de nuevo. Algo me decía que todo iba a ir como la seda en Bangui.
-Y tú? Has estado ya allí alguna vez?
-No, no, es mi primera vez- atiné a decirle mientras pensaba a qué diablos habría ido ella la primera vez y sobre todo, a qué volvía ahora.
-Y vas con alguna organización?
Caray! esta tía sabía poner las preguntas adecuadas. Supuse entonces que el 90% de gente blanca de mi edad que iban a un destino parecido iban con motivos humanitarios. Lo que me hacía pensar que ella también iba por el mismo motivo.
- Sí, voy con Médicos Sin Fronteras, pero no soy médico, soy financiero
Mientras terminaba de decirle esto ella frunció el ceño y me miró como si me tuviera que reconocer.
- MSF? Yo también trabajo para ellos.
-

Marta y yo fuimos a parar de compañeros de viaje en una nave que contaba con cerca de doscientos cincuenta pasajeros. Además yo estaba en aquel asiento de rebote. Curioso encuentro.
Ella iba a Bangui para hacerle un coaching a Carol mi jefe de misión, un tipo genial, con gran sentido del humor, canadiense, que a pesar de tener experiencia en el terreno, siempre había trabajado para MSF Holanda u otras ONGs y que era su primera experiencia con la sección española de MSF.
Iba a estar viviendo dos semanas en nuestra casa en la Capital.
De ella los primeros días obtuve muchísimos recursos y experiencias. Tenía un atractivo pasado, seis años vividos en New York y trabajando en Naciones Unidas, luego en Barcelona, su ciudad natal, trabajó con Amnistía Internacional y con alguna otra ONG que no recuerdo, y desde hacía unos cinco años con Médicos sin fronteras. Un largísimo recorrido para alguien que no aparentaba tener todavía la cuarentena. Más tarde sabría que habíamos nacido el mismo año, bendito ‘71.
Sobre todo aprendí de ella a como tratar al personal del staff local contratado por nosotros y a como comportarse en la capital, con los niños, los camareros, en la calle, en los restaurantes, en el mercado, con la gente en general, etc….
Su estancia en Bangui en esos días iba a estar cargada de un alto contenido emocional, pues el año que pasó allí en la capital, vivió en esa misma casa donde vivíamos, pero entonces vivía junto a su pareja, con quien ya no le unía esa relación. Vivieron en el anexo, donde se volvió a instalar en esta ocasión, y allí constató que incluso las paredes seguían teniendo la misma pintura que ellos dos habían pintado.
Estuvimos charlando bastante hasta que nos sirvieron la cena y no quedamos dormidos, debían ser las dos de la mañana y ese día al amanecer me esperaba lo que yo tanto había deseado, África.

2 comentarios:

Naia Marlo dijo...

La despedida de Europa en el aeropuerto Charles de Gaulle, fué auténtica. En esa terminal, "la torre de Babel" ¡emocionante! No creo en las casualidades, encontrarte con Marta fué una causalidad. Debíó de ser así, se facilitó tu llegada a Bangui.
Me lo he pasado muy bien leyendo este relato.

Un abrazo sereno
Namasté-OM

Pepe Moya dijo...

Lo cierto es que releyendo mi propio "viaje" me vienen muy bonitos recuerdos a mi memoria, no hace tanto de aquello y sin embargo lo recuerdo como algo ya lejano, sin embargo me transmite la frescura con la que viví todas aquellas "primeras veces" y alegra. Marta siempre es uno de mis referentes, tiene un sentido común muy poco habitual y una claridad para analizar que me asombra más cada vez. Creo que sí fue casualidad, pero bendita casualidad. Fue como encontrar una linterna al caer la noche.
Un abrazo.