domingo, 30 de septiembre de 2007

En la carretera



Debían de ser las siete de la mañana cuando unos golpes en la puerta me despertaron.

-Pepe?

-Si?

Carol abrió la puerta, solo vestía su slip, igual que yo. Su rostro reflejaba seriedad pero no gravedad sin embargo era claro que algo anormal estaba pasando.

-Perdona que te haya despertado pero, el viaje previsto para esta mañana ha salido antes de lo habitual, pudiste darles el sobre?

Tomé unos segundos para darme cuenta de lo que estaba pasando, en poder comprender cual era el problema exactamente.

-Eh? No, no les di el sobre… pero el lunes previne a Abdoulaye de que contaran conmigo para este viaje porque debía de entregarles el sobre.

-Voy a llamarlo para que pare el coche y podamos ir a su encuentro

- Empezó a marcar el numero de Abdoulaye con el teléfono móvil que entonces apercibí que tenía en su mano derecha.

-Vale, yo voy enseguida para el despacho y desayunaré mas tarde.

Cada semana teníamos varios viajes programados entre la Capital y los tres terrenos en los cuales aprovechábamos para enviar al personal allí o traerlo de vuelta a Bangui por diferentes razones. El viaje de aquel día sin embargo era algo especial pues yo tenía previsto hacerles llegar un sobre al terreno, ese sobre era especial porque contenía una cantidad importante de dinero que debía hacer llegar al terreno y por aquel motivo yo había prevenido a Abdoulaye; el asistente de André y encargado de la preparación de los viajes de que antes de salir el viaje me informase.

Me vestí rápidamente y salí en dirección al despacho, en apenas cinco minutos llegué y al mismo tiempo llegaba Abdoulaye, eran ya las siete y veinte.

-Lo siento Pepe, olvidé prevenirte que el viaje de hoy era con el camión y ellos siempre tienen constumbre salir a las 6 de la mañana para evitar imprevistos.

-Vale, tranquilo, no pasa nada, los habéis detenido?

-Sí, sí claro, después de Carol me llamase he dado orden inmediatamente de que les avisaran por radio para que se detuvieran y que nos esperen, Christian el chofer del coche 7 esta apunto de llegar, cuando tengas listo el sobre yo mismo puedo ir con él y hacérselo llegar.

-En qué punto se encuentran?

-En Damara.

Eso eran unos 60 km, calculé que en poco más de media hora podríamos alcanzarlos.

-Cuanto tiempo calculas que tardaríamos en llegar?- pregunté para asegurarme.

-Una hora y cuarto aproximadamente hasta llegar a Damara.

Mi rostro debió reflejar incredulidad pero no puse más preguntas, reflexioné un instante y pensé que la responsabilidad de llevar aquel sobre debía ser mía y no suya, además la probabilidad de que pasara algo raro con un blanco en el coche era menor.

-No, no te preocupes yo mismo iré con Christian, en 10 minutos estaré preparado.

Entré en mi despacho me cambié la camiseta y me enfundé la de MSF por primera vez, era un requisito de seguridad obligatorio, viajar siempre bien identificado. Preparé el sobre imprimí la documentación necesaria y Abdoulaye me dio la Orden de misión, que todo coche MSF debía llevar consigo en todo desplazamiento, identificando a las personas que iban en el vehiculo y su destino. Salí con mi mochila y entré en el Toyota.

-Listo Christian! Vamos a por los chicos del camión, han olvidado algo que debemos hacerles llegar.

-Pas de problème- Esa era la frase favorita de mi asistente y se convirtió pronto en la mía y parecía ser que era bastante común a todos, quería decir “No hay problema” y en realidad nunca sabíamos si iba haber un problema o no cuando lo decíamos, pero era una bonita frase para mostrar confianza al otro.

Esa era mi primera salida de Bangui, y la recuerdo perfectamente, aquel día iba a descubrir los famosos barrios PK 5 y PK 12, en realidad respondían al punto kilométrico en el que se encontraban respecto al centro de la ciudad. PK5 era el barrio musulmán por excelencia de Bangui y allí se concentraba un gran mercado pues muchos de los comercios, monopolios me atrevería a decir estaban en manos musulmanas. Allí pude ver que aquello era una especie de centro de suministro para todos los pequeños vendedores que luego veía por el centro de la ciudad. Seguramente vendrían aquí, recogían sus mercancías, iban a venderlas al centro y luego volvían con el dinero a aprovisionarse de más.

PK12 era ya la salida de Bangui y era como una pequeña ciudad de alrededores, el mayor mercado de Bangui se desarrollaba aquí pues toda la gente que venía del norte de la ciudad, lo hacían en su mayoría a pie y se paraban aquí para comerciar sus mercaderías a los comerciantes de Bangui. Era una especie de centro neurálgico de la compra venta. Ese día además había seis enormes camiones de PALM, la ONG que distribuía alimentos siguiendo sus programas de malnutrición y el caos que se organizaba entonces allí era especialmente importante.

Lo raro es que entre todo aquel caos el único incidente fue que un taxista golpeó ligeramente un ciclista sin consecuencias mayores delante justo de nosotros. Y es que cuando haces coincidir en una calzada de apenas cinco metros de ancha y unos cincuenta metros de larga, seis camiones de tres ejes, tráfico de vehículos en doble sentido, una treintena de personas en bici y una muchedumbre de gente haciendo la compra en un mercado cuyos puestos están pegados al arcén, lo menos que podía suceder es que hubiese un sólo contacto entre todos nosotros.

Cuando por fin conseguimos salir de Bangui, quedé sorprendido de la extraordinaria calidad del firme por el que circulábamos, incluso las líneas de la carreteras eran perfectamente visibles. A los pocos minutos empecé a hacerme una idea de lo que sucedía, éramos prácticamente el único vehículo que circulaba por aquella carretera que era por otro lado la principal del país, sin embargo el número de personas, marchando a pie y cargadas de todo tipo de productos, que fuimos viendo me recordaba a las romerías de los pueblecitos españoles.

Viajar por aquella carretera sin embargo era algo realmente peligroso, no para nosotros en sí, sino por todo lo que por allí transitaba. La probabilidad de que algún animal doméstico se cruzara delante de nosotros, era del cien por cien alrededor de cada seis kilómetros, cuando atravesábamos algún grupo de viviendas los niños jugaban entre el arcén y la calzada, y cuando no había viviendas al borde de la carretera, la vegetación era tan espesa y tan cercana a la carretera que a cada curva era imposible ver nada y había que circular a menos de 60 km/h para poder tener tiempo de reaccionar si al salir de la curva había peatones, carritos cargados de leña empujados por hombres, o algún Camión detenido en mitad de la carretera recogiendo o descargando mercancías. También eran frecuentes las bicicletas cargadas hasta arriba de todo suerte de cosas y que zigzagueaban delante de nosotros como moribundos a punto de caer. Realmente el viaje de ida fue bastante estresante.

Llegamos a cruzar tres barreras militares que según Christian era la manera que tenían de hacer el control de quien circulaba por RCA, a nosotros como era habitual también en Bangui cada vez que un control policial nos hacía el alto, no nos ponían nunca ningún problema y nos dejaban circular tranquilamente.

Cuando por fin llegamos a Damara, tras una hora y cuarto como había pronosticado Abdoulaye, encontramos rápidamente el camión de MSF y a sus dos chóferes, Simplice y Pierrot, esperando fuera del mismo, estábamos cerca del mercado de las afueras de Damara, allí constaté que el asfalto llegaba a su fin, y que a partir de aquellos 50 Km. La carretera que continuaba a partir de allá por hacia el norte de la RCA, unos 500 km. era sobre la tierra virgen y roja, exageradamente roja y exageradamente hermosa.

La gente del lugar estaba un poco extrañada de ver allí nuestros dos vehículos y como charlábamos entre nosotros, el mercado no diferenciaba mucho de los que ya había encontrado antes en Bangui, si acaso aquí a primera vista pude ver que lo que se vendía era casi en su totalidad autóctono y que no llegaban productos de fuera del País.

Tras unos quince minutos Christian y yo reprendimos la marcha en dirección a Bangui.

Una vez hecha la entrega y con la pequeña experiencia de la ida, pude relajarme bastante para el viaje de vuelta y fue entonces cuando pude empezar a disfrutar del paisaje natural que nos ofrecía aquella parte del País. Destacaban por encima de todo el verde intenso de la espesísima vegetación con el rojo arcilla de la tierra. Entre la carretera y la selva no había ni un centímetro de aclimatizacion, el corte era radical y la sensación era que discurríamos por un pasillo de asfalto incrustado en medio de ninguna parte, que era exactamente de lo que se trataba.

Entre los pocos coches que adelantamos o que nos cruzamos me llamaban poderosamente la atención, lo que terminé bautizando como “Taxis à mil”, que no eran ni más ni menos que los taxis corrientes que podíamos encontrar en la capital llenos hasta con ocho pasajeros dentro de ellos, les hablo de turismos de clase media. Con la salvedad de que los que cruzábamos en la carretera solían llevar al doble de pasajeros normalmente, es decir hasta 18 personas, que se repartían entre el interior, el techo y el maletero abierto del taxi. Era algo realmente digno de ver, yo me preguntaba si los que viajaban encima en el techo pagarían menos por el plus de peligrosidad evidente, o si pagarían más por aprovechar la brisa en sus cuerpos, pero Christian me indicó muy seriamente que todos pagaban por igual.

De vez en cuando también encontrábamos algún particular que hacía lo mismo que los “Taxis à mil” pero en esas ocasiones no sabría decirles si todos eran miembros de la misma familia y si aquel se trataba del único medio de transporte familiar, pudiera ser.

Cuando estábamos a penas a unos 15 km de Bangui delante de nosotros a unos 300 metros vimos que la carretera estaba bloqueada, pero no distinguía muy bien que la bloqueaba, o más bien no quería creerlo, hasta que tuvimos que detener el coche y dejar que aquel rebaño de poco más o menos setenta vacas de cuernos del tamaño de mis brazos pasaran entre nuestro coche para que siguieran su paseo matutino. Yo esperaba ya no sorprenderme por nada hasta que llegásemos a casa, pero les reconozco que aquello me dejó un poco perplejo.

-En realidad Christian -le comenté- aquí la carretera es el lugar de paso para todo el mundo y ocasionalmente para los vehículos a motor, no?

El me miro con un gesto entre extrañado y sorprendido y con su enorme sonrisa y tras una breve pero sonora carcajada me dijo

-Sí, sí, exactamente.

A nuestra llegada al despacho, yo saludé a mis dos asistentes, comentamos las incidencias que había para aquel día y les dejé allí trabajando mientras me dispuse a ir a casa, debían de ser las diez de la mañana y estaba realmente hambriento.

3 comentarios:

Franck dijo...

Ni que decir tiene que este nuevo capítulo me ha dejado igual o mas abierto los ojos… que con los anteriores 8-).
De nuevo, me pongo a leerte y me encuentro en un lugar en el que no he estado nunca, pero que gracias a tus palabras me situo y llego casi a tocarlo, Bangui.
Gracias de nuevo por este detalle, de ver pasar el tiempo en otro lugar, lejos de esto, pero a la vez tan cerca. Gracias internet.
Aquí siguen bajando las temperaturas (no demasiado aun 12-14ºC por la mañana y unos 25ºC al medio día), nos acercamos al frío invierno;
Aunque en la foto sales con indumentaria de verano, y de tu "nini-pijama" no quiero ni nombrarlo… ¿allí continúas con temperaturas veraniegas, o ha cambiado? ¿Se nota el cambio de estación?…
No me quiero despedir, sin antes desearte una gran experiencia, y esperando que dentro de unos pocos días, tengamos una nueva aventura de "Pepe en Bangui", enhorabuena por tus logros y disfruta tanto como puedas, pues cada día es diferente y seguro le puedes sacar el "jugo" a esta singladura en la que te has embarcado.
Suerte y una carretilla de ánimos.
Hasta pronto… Franck

Anónimo dijo...

Pero que guapo estas en esa foto, pareces un escritor total, besosssssssssssss

Anónimo dijo...

Yeee, Pepet!

Muy bien. Me gusta el nuevo capítulo. No sé si hay muchos voluntarios que hagan este tipo de cosas, pero este tipo de herramientas de internet son geniales para la divulgación de información genuina y de última hora.
Chapeau!