domingo, 16 de septiembre de 2007

La Misión



Tras nuestra visita al despacho nos volvimos a subir al 4 x 4 y nos dirigimos a la casa que se encontraba a penas a unos 300 metros de allí.

Mientras nos conducían del despacho a la casa, un trayecto que a pie a penas se tardaba unos 8 minutos, fui constatando como era nuestro barrio. En fin yo pensaba que viviría en un barrio y supongo que a aquello habría que denominarlo barrio, pero realmente si ustedes hubiesen visto el entorno les aseguro que hubiesen sacado la misma conclusión que yo saqué. Un camino solo transitable por 4X4 o bien para recorrerlo con un turismo habría que ir de derecha a izquierda del mismo para sortear los desniveles que las lluvias y las roderas de los coches y los desprendimientos de tierra habían producido en él. A nuestra derecha todo eran hierbas de hasta dos metros de alturas, y algún huertecillo casero de las casitas de barro que teníamos a nuestra izquierda. Luego junto a nuestra casa había alguna otra del mismo tamaño que la nuestra, es decir muy grande, pero también viejas y descuidadas como la nuestra. En definitiva aquello tenía más pinta de un grupo de chabolas marginales en el extrarradio de una gran ciudad que a un barrio de ciudad normal. Sin embargo la cantidad de gentes que circulaban constantemente, niños y mujeres incluidos mostraban que aquella zona era una zona tranquila. Justo frente a nuestra casa había una iglesia baptista, luego descubriría que en el camino ya habíamos pasado otra, y es que como MTV señalaría más tarde, raro era el pueblecito más apartado del mundo en África que no contara con al menos una iglesia por pequeño que este fuese.

La primera impresión que tuve de la casa fue la misma que la del despacho, una gran y vieja edificación, al estilo de las casas de campo que encontraba en España de hacía unos 30 años.

En la casa conocí a Léonie y a Jean, la asistenta de la casa y el cocinero, es a causa de ellos que yo me sentiría en los siguientes días como un europeo de la época colonial, al que le hacen la cama, le limpian, le planchan todo, le preparan la mesa y le sirven la comida a la hora exacta en que nos sentábamos a comer.

Reconozco que su presencia a posteriori la iba a considerar imprescindible, pues muchos días pasábamos en el despacho cerca de 13 horas y ninguna gana nos quedaba a la vuelta de hacer lo que fuera. Pero les reconozco que nunca terminé de acostumbrarme a ese tipo de servicios, seguramente por no haberlos vivido nunca tan de cerca. De hecho no saben hasta qué punto le pueden a uno “estupidizar” este tipo de servicios, por la noche o los domingos cuando no teníamos el servicio, yo era capaz de de tener que levantarme unas cinco veces a por algo que se me había olvidado después de haberme puesto la mesa para mí solo.

Jean había sido cocinero en la embajada francesa, y les puedo asegurar que con él volvimos a nacer, porque evidentemente no iba a ser capaz, nadie hubiera podido, de reemplazar la cocina de mamá, pero tenía oficio y gusto en lo que hacía, todo lo que nos proponía estaba delicioso, y por lo que más tarde escucharía que pasaba en otras casas de expatriados, encontrar un buen cocinero no estaba al alcance de todos.

Ellos dos trabajan como todos desde primera hora de la mañana hasta después de comer, pero Jean siempre hacía comida de más y excelentes postres para que no tuviéramos incluso ni que calentarnos la cabeza para la cena.

Tras saludarlos y hablar brevemente con ellos dos me dirigí a mi habitación, nada más entrar en ella me llamo la atención la enorme mosquitera que rodeaba mi cama, ese era el tipo de detalles que se me marcaban directamente en mi retina y me decían muy a las claras donde me encontraba.

Quedarían unas dos horas para la comida y tras una más que necesaria ducha decidí ir a dormir un poco para seguir afrontando el resto del día con cierta garantía.

La casa donde vivíamos era también la casa de paso para todos los expatriados que viajan desde o hacia RCA bien por vacaciones o para empezar o finalizar sus misiones en los diferentes terrenos donde trabajábamos. En total solíamos ser unos veinte expatriados en el País, con una media de duración en el terreno de unos 6 meses, rara era la vez que no teníamos alguna visita en la casa.

Aquel dia éramos Maite, Carol, André, Marta, MTV, Eliana, que acababa de llegar hacia unos días y que partiría en breve hacia Kabo y yo. Siete personas y cuatro nacionalidades distintas, aquello empezaba bien pero pronto lo íbamos a mejorar.

La tarde la pasé en el despacho por entero recibiendo los “briefins” o charlas sobre el contexto del País, de la ciudad, de MSF en RCA, de seguridad, administrativo, etc… ya me habían adelantado varias informaciones en España en el transcurso de mis briefins en Barcelona y la información enviada, pero allí la misma información tomada una dimensión diferente, ahora yo ya estaba allí y de lo que se me hablaba es de lo que yo iba a ver, con lo que yo debería llevar cuidado, de lo que tendría que estar alerta, y sobre lo que tendría que muy pronto opinar y dar mi punto de vista.

La situación en RCA, sobre todo en el norte donde llevábamos a cabo nuestras actividades la situación era especialmente delicada, la zona era dominada por dos grupos de rebeldes que luchaban contra las fuerzas nacionales. Las fuerzas nacionales rara vez salían de Bangui y cuando lo hacían era para arrasar algún pueblo del norte al que acusaban de colaborar con los rebeldes. Además había un peligro, el mayor de todos añadido a esta situación, los “coupers de route” (cortadores de carretera), bandidos que asaltaban los vehículos que circulaban por allí, eran especialmente violentos y no respetaban nada ni nadie, ni siquiera a las organizaciones humanitarias que allí trabajaban.

El resultado de todo esto era miles de civiles que se veían obligados a abandonar sus casas y sus pocas pertenencias para introducirse en la selva o a campo abierto para intentar refugiarse de los rebeldes, las fuerzas armadas y los coupers de route. Esto acentuaba de por sí aún más el difícil acceso a los centros de salud que había diseminados por la zona. El estado en el que vivían estas gentes era realmente sórdido, sin ninguna oportunidad más allá de la ayuda que le podían recibir de las ONGs allí desplazadas.

Nuestra misión en aquel lugar justamente era mantener los dos hospitales que allí había, contratando personal médico y formándolo al mismo tiempo, entre nuestro efectivo de expatriados disponíamos de un cirujano, que al tiempo que trabajaba iba formando a los médicos locales, lo mismo hacían el resto de médicos/as, enfermeros/as, la técnica de laboratorio, incluso el legista-administrativo formaba al personal local. La idea era, como siempre en MSF, dar las primeras atenciones y al mismo tiempo formar de la mejor manera posible al personal local que luego quedaría allí para que pudiesen continuar con la labor que nosotros habíamos empezado.

Otras de las actividades que desempeñábamos en el terreno, era la de salir a lo largo de la carretera todas las semanas para ofrecer unos servicios básicos de salud en lo que llamábamos clínicas móviles. Con estas actividades atendíamos a cerca de 150 personas por día. Personas enfermas de diversa gravedad, niños mal nutridos en casi su total mayoría, y los casos más graves los trasladábamos a los hospitales que manteníamos en activo. Estas salidas con las clínicas móviles se veían muy a menudo avocadas a suspenderse debido a los problemas de seguridad, principalmente a causa de los coupers de route y los rebeldes.

Comenzábamos también por aquellos días un proyecto para poder detectar y prepararnos para atender, en la zona los enfermos de tripanosomiasis (enfermedad del sueño) y de SIDA.

Realmente nuestra presencia allí estaba más que justificada y era más que necesaria. Y tener el convencimiento de que tu trabajo esta ayudando directamente a que todo esto se pudiera llevar adelante, hacía que las jornadas de trabajo de más de 60 horas semanales que llevaríamos a cabo más tarde durante las primeras semanas debido al cambio de equipo en capital lo que requería nuestra adaptación al entorno, no supusieran un gran esfuerzo. Aunque todos coincidíamos que por la salud del equipo de coordinación en capital deberíamos de ser capaces de gestionar mejor nuestro tiempo y trabajar menos horas para ser más eficaces y descansar lo suficiente.

Lo cierto es que no hacía ni 12 horas que había aterrizado en Bangui y ya empezaba sentir que realmente trabajar para MSF, había sido la decisión más adecuada que podía haber tomado.

Uno en su vida muchas veces no sabe si está haciendo lo que más le apetece o lo más adecuado o simplemente lo más fácil para él. Yo les aseguro en aquellos momentos empezaba a intuir que estaba haciendo las tres cosas a la vez, y el resultado de ello era un estado de armonía y serenidad que casi nada ni nadie podía perturbar.

4 comentarios:

VENTURA dijo...

Estoy muy ORGULLOSA de ti, sabes que te QUIERO un montón. Cuidate vale?

Franck dijo...

Me alegro un montonazo de tener nuevas tuyas, y ya veo que estás empezando a saborear lo que se cuece por esos lares. Me doy cuenta que todo lo que estás haciendo tiene su repercusión directa sobre mucha gente, y que ayudar a que todo/s se mejore, es una de las experiencias mas gratificante que se puede tener.
Sigue así, continúa revelándonos esa fascinate aventura en la que te has envarcado, disfruta y haz disfrutar.
Cuidate mucho, abrazos y muchos ánimos.
Saludos…

Anónimo dijo...

Aunque ya sabía que la situación en RCA no es buena, esas noticias que das sobre los coupers de route no son buenas.

Me imagino que cuidáis extremadamente la seguridad. Cuídate.

Un saludo.

Anónimo dijo...

Para Ventura: Me acuerdo muchisimo de ti y te echo mucho de menos.
Para Franck:Hacer en la vida algo que realmente te llene es muy dificil de encontrarlo, pero cuando lo encontramos, empiezas a verle el sentido a muchas cosas.
Para Jito:MSF = Seguridad, nuestra vida en Bangui no es una vida normal, vivimos con bastantes restringiones que ningun otro miembro del resto de ONGs llevan siquieraa cabo, y MSF nos dice siempre que las normas de seguridad no son para fastidiarnos la vida allli donde estemos sino para velar por nuestra integridad y eso en el fondo lo agradecemos. No obstante aqui en la Capital el peligro es siempre relativo. un abrazo.