domingo, 9 de septiembre de 2007

Presentación




La primera visita fue directamente al despacho, allí es donde iba a trabajar mi próximo año, y ese día iba a conocer a casi toda la gente con la que iba a trabajar. Yo sobre todo tenía muchas ganas de ver los rostros de dos personas, Oswald quien iba a ser mi asistente directo, y a Maite a quien yo iba a reemplazar. Había oído hablar y leído tanto sobre ellos dos, durante las últimas tres semanas en España en el transcurso de mi formación acerca de mi trabajo en Bangui, que tenía ya ganas de ponerle rostros a esos dos nombres.
El despacho era una gran casa en forma de H gigante con dos entradas, que daban a cada uno de sus enormes pasillos, y repartidos por éstos se distribuían las habitaciones. En total contaba con 5 despachos, 2 grandes salas, 1 cocina, 1 comedor, 1 sala para la cadena de frío de los medicamentos, 1 consultorio médico para el staff nacional y sus parejas e hijos… un auténtico laberinto para las primeras visitas.
El primer despacho que encontré fue el de Carol, el Coordinador general y primer responsable de la misión en RCA.
Les explicaré un poco por encima como era el funcionamiento de la organización. La misión en RCA era gestionada por una de las Células de Barcelona, había cuatro en total, y cada célula estaba compuesta por, un responsable de célula, que venía a ser el alter ego del Coordinador general en la misión (en RCA en este caso), un responsable logístico, alter ego del Coordinador Logístico en el terreno, un responsable financiero, mi alter ego y un responsable de de recursos humanos, también alter ego mío, pues yo tenía la “suerte” de desarrollar dos actividades paralelas, finanzas y administración.
Por lo que mi jefe jerárquico era Carol, Coordinador general de RCA, sin embargo yo trabajaría la mayor parte del tiempo en relación directa con los dos responsables de la célula en finanzas y RRHH y con los departamentos de contabilidad y tesorería de MSF en Barcelona. Estos últimos asesoraban a todos los terrenos.
Nuestro Coordinador médico en capital tenía como apoyo la sección belga en Bruxelas, pues MSF España en RCA, en ese momento trabajaba en colaboración con MSF Bélgica.


Carol era un canadiense de Québec, de unos 50 años, delgado, alto, pelo ligeramente rizado que empezaba a canear visiblemente, con un elegante bigote, y que a primera vista parecía alguien muy simpático, y luego constataría que no engañaba a nadie, era realmente amable, y con un fino sentido del humor, súper abordable en todo momento, el tipo de jefe que se sueña tener normalmente.
Tenía mucha experiencia a sus espaldas, en la sección de MSF Holanda y en Oxfan Québec ente otras.
Me dio la bienvenida nada más verme entrar en el despacho. Yo estaba algo expectante por oírlo hablar, pues el acento francés de los quebecois suele ser bastante “particular” y difícil de entender, pero no fue el caso, su acento era muy ligero.
Yo continué mi recorrido por las estancias mientras Marta y MTV se quedaron departiendo con Carol.
A continuación estaba el que iba a ser mi despacho. De aspecto destartalado y viejo como todo era allí, pero en nada me importaba eso. Desde el momento que uno sabe que los medios son limitados deja de ser exigente con las cosas más triviales.
El despacho contaba con tres mesas, una de ellas estaba vacía. En la primera estaba sentado Oswald, un chico delgado y muy alto, de enormes ojos y de aspecto respetuoso y algo tímido. Nos presentaron y me dio a estrechar su enorme mano mientras ambos nos observamos conscientes de que íbamos a pasar un año trabajando muy estrechamente el uno con el otro. Sentí que me daba la bienvenida y noté una pizca de reserva en su gesto, como quien no sabe con qué tipo de sorpresa se va a encontrar, yo le exprimí la mayor de mis sonrisas para transmitirle seguridad, y que no se preocupara que de él esperaba que se convirtiera realmente en la persona de mayor confianza que pudiese tener.
Tras la última mesa se encontraba parapetada tras el ordenador y con unas llamativas gafas de pasta, Maite. Estaba hablando por teléfono y no pudimos hablar hasta más tarde, levantó la mano que no tenía ocupada y me saludó mientras me hacía un gesto invitándome a que pasara un poco más tarde por allí. Luego pensé que no pude encontrarla en mejor posición, trabajando, pues era realmente una currante nata.
Seguí la visita y encontré el despacho del coordinador médico, que no llegaría hasta dos semanas después, pero allí conocí a Péguy que sería su adjunto, médico local que trabajaba para MSF en Bangui desde hacía varios años y a Eliana una joven médica argentina que pasaba allí unos días antes de partir a Kabo, una de las tres ciudades donde teníamos un proyecto abierto.
En mi visita conocería a la mayor parte de la plantilla, guardias, al radio operador, asistentes logistas, chóferes, al almacenista, al jardinero, y finalmente encontraría a André el Coordinador logista, el cuarto miembro del equipo de expatriados que trabajaríamos en la capital.
André, otro quebecois delgado, desgarbado y barbudo, era todo un personaje, sería él quien días más tarde me apuntaría una frase que retendría para mí.
-Sabes lo que se suele decir Pepe? Que para trabajar para MSF no hay que estar loco, pero ayuda.
Y creo que era eso exactamente lo que le sucedía a él. Llevaba nueve años trabajando para MSF, había estado en Congo, Palestina, Marruecos, Chad, Haití,… y creo que seguía sobreviviendo gracias a su punto de locura que deambulaba entre el umbral de la neurosis y la retrospección a la infancia, era como un niño grande, pero tremendamente comprometido e incansable, y aunque era bastante experto seguía acusando un mal endémico en MSF que yo descubriría al cabo de mi primer mes, da igual cuanto tiempo dedicaras a trabajar en una misión, siempre habría cosas por hacer. Uno terminaba por acostumbrarse a vivir con sus limitaciones cotidianamente. Al principio resulta un poco frustrante, hasta el día que te paras cinco minutos y te dices “entre el ideal de querer hacer todo lo que hay por hacer y la realidad diaria, lo más sensato es que empiece por lo fundamental” y a partir de ahí la cosa va mejor, y algún día incluso logras acabar con todo lo que te propusiste al principio de la jornada.

Finalmente pude hablar con Maite, una catalana de mi misma edad y que se encontraba terminando lo que había sido para ella también su primera misión, había llevado a cabo un trabajo formidable en Bangui, pues al parecer MSF había tenido problemas con las últimas tres personas que había enviado para aquel puesto, por lo que se habían acumulado una serie de retrasos importantes, que ella fue casi capaz de poner al día. Precisamente ese iba a ser mi reto, poner finalmente todo a punto para que la maquinaria funcionase a velocidad de crucero, por lo que durante los dos primeros meses tendría que estar nadando y guardando la ropa, es decir aprendiendo todo lo relacionado con mi puesto, pero a la vez conseguir que mi incorporación allí no significara un “peso” para la misión, y no se perdiera la velocidad de inercia que comenzaba a tener. En principio, para alguien de corte pragmático y con ganas de resolver problemas más que de lamentarse de ellos, pienso que era ideal haber llegado en ese momento y no en el que llegó Maite. Sin embargo pienso que ella llegó en el mejor momento para todos, vista su capacidad de trabajo y su nivel de compromiso.
Terminé de conocer a todo el mundo que por allí andaba, pero fue tal el número de personas a las que saludar, que todo terminó siendo una amalgama de la que no pude sacar más que una conclusión; yo era “el bienvenido” al País, es lo que todos me señalaban y yo se lo agradecí a todos y cada uno de ellos.

3 comentarios:

Franck dijo...

Que tal Pepe, saludos desde la Península.
Ya veo que empiezas a tener las cosas mas claras y que tienes muchas caras que recordar. Te estás rodeando de gente con mucha comprensión y amigable, y esto es un punto que t ayudará… Muy buena gente según lo que nos comentas y espero que siga así.
Sobre el estar un poco tocado para estar allí… Pues creo que tú tienes el perfil, ya que un poco "tocado" si que estás.
Disfruta todo lo posible y que en los años venideros te quede un sabor de boca inmejorable, ya que esta oportunidad no creo que se vuelva a cruzar en tu camino.
Tráenos (cuando vengas) muchas fotos y anécdoras para que se nos caiga las babas y nos pongas los dientes largos.
Espero poder saludarte, aunque sea por letras, próntamente, y que continúes con esas ganas de hacer bien las cosas.
Enhorabuena por tu cruzada… y muchos abrazos.
Fran

Anónimo dijo...

Es cierto que oportunidades como esta no se presentan todos los días, hay que correr detrás de ellas más bien. De todas formas, ahora que la he conocido la guardaré con mimo, y quien sabe si terminaré jubilándome con MSF?!

Anónimo dijo...

Hola, niño,
Lo que yo te decía. Aquí hay madera literaría: novela testimonial, periodismo de investigación, ... conociéndote te va a salir como mínimo ¡muy bien! ;-)

Pero ¡qué grande eres Pepe!
El perfil de África se ensanchó cuando aterrizaste tú.

Un abrazo de oso

PS: Lo que necesites o se te antoje de por aquí me lo pides ¿eh?